Un sendero de bienestar

Eso es lo que representa Al-Anon para mí.
Mi contacto con la hermandad data de la época de mi infancia, cuando mis padres asistían simultáneamente a sus grupos de A.A. mi madre y Al-Anon mi padre. Pero no fue hasta mi juventud que decidí concurrir a las reuniones por mi cuenta.
Mi madre vivió, desde sus inicios en AA, nueve años de sobriedad en los que disfrutamos lo mejor de ella, cuando yo cuento con 13 años, recae, abandona los grupos y todo nuestro bienestar comienza a desmoronarse. Mi rendimiento escolar y mis calificaciones sufren una caída sustancial. Mis vínculos de amistad me resultan difíciles de sostener dada la vergüenza que me generaba la situación que imperaba en mi hogar. Mi madre estaba comenzando a sufrir trastornos de orden psíquico, resultado de su ingesta de alcohol combinado con medicamentos. Mi padre atravesaba una crisis de trabajo considerable y nuestra situación económica era realmente grave. Me sentía abrumado, tenía sueños de poder estudiar una carrera y poder salir de la tristeza que me ahogaba.
En ese panorama a los 18 años, me fui de casa, a más de 320 km. de distancia en la ciudad natal de mis padres (aquí en Rosario), a vivir en casa de la hermana de mi madre. Con ellos trabajé varios años, y también estudié la carrera que hoy ejerzo. Pero la distancia no podía calmar la profunda pena que sentía. A los 24 años me di cuenta que era mi tiempo de buscar el sendero de bienestar.
Y mis hermanos y hermanas de Al-Anon me acompañaron en este propósito.
Pude restablecer el vínculo con mi madre, y le brindé todo el amor y el afecto que me fue posible, vivió sus últimos años en plena sobriedad y con una considerable mejoría en su salud mental. Murió un día después de su cumpleaños, hace 6 años atrás. En su casa, en su cama y apaciblemente. Su partida nos llenó de tristeza, pero la vivimos en paz y con naturalidad. No todos los alcohólicos pueden tener una muerte tan dulce.
A veces pienso que la enfermedad de mi madre fue un vehículo para que pudiéramos conocer a Al-Anon. Hoy, sigo concurriendo a las reuniones, mi padre también lo hace e incluso presta servicios. Él es unos de los Al-Anones más veteranos del país, y eso me da mucho orgullo.
Nuestra hermandad está pensada para hacernos mejores, el programa nos exige ser mejores.
Por eso funciona tan bien, nos construye, nos edifica, nos interpela y nos vuelve fuertes y nobles.
No puedo imaginarme como sería mi vida sin los grupos. Me hace muy feliz ver a compañeras y compañeros recién llegados mejorar con el paso de los meses. Ver como los rostros de aflicción de las primeras reuniones dejan paso a expresiones de alegría y esperanza al poco tiempo de compartir el programa. Los pasos, las tradiciones, los conceptos y los lemas, con herramientas fantásticas para abordar problemas de la vida. Incluso aquellos que no tienen que ver con el alcoholismo y el contagio familiar. Llevo varios años transitando este sendero de bienestar junto a muchos compañeros y compañeras. Es mi deseo que con el tiempo sea cada vez más la gente que nos acompañe y a la que podamos acompañar.
Con Al-Anon, la vida es mucho mejor.

Pablo C. (Grupo Viamonte)